En mi obsesión por hacer algo valioso de mi tiempo, sentí la necesidad de aislarme, y de golpe me encontré con un descenso a lo paradisíaco. Eso es lo bueno de las ciudades pequeñas, que puedes dar dos pasos y enseguida te has marchado.
Acabé en un lugar oscuro, iluminado por el reflejo del blanco de numerosos barcos flotando. Y en el fondo, un faro. Quizás ésta sea la luz que numerosos poetas, pintores y demás genios buscaron sin descanso. Quizás ésta sea la única luz que numerosos marineros necesitaban para vivir. Una sola luz, en el cielo opaco. Una guía.
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