La duda está mal. Es sinónimo de que algo no va bien. Nos agobia, nos hace comportarnos de forma distinta, a veces, ilícita. La duda despierta la desconfianza, y ésta dispara el detonador para que tus temores se hagan realidad. Nos trae, pues, infortunio.
Pero una vez que existe, puede hacernos bien. Nos incita a recapacitar, a replantearnos las cosas. Que haya dudas significa que ese algo no es auténtico, que no nos llena, ni nos complementa. Que no está hecho para nosotros. Con lo cual debemos deshacernos de eso que nos preocupa. Nos trae, pues, cambio.
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