Puede que éste no sea un lugar de muchas palabras, pero sin duda será un lugar de mucho significado.
jueves, 25 de noviembre de 2010
Epicidad de punta a cabo
La magia es algo muy difícil de tratar, y aún más difícil de reproducir. Casi siempre acaba yéndose de las manos, y produciendo paradojas de las cuales es imposible salir. Esta historia habla sobre magos, y, para no perder la costumbre, la magia acaba siendo ambas, poderosa a la par que inútil (sí, aquí es donde pilláis que ésta es precisamente la paradoja de la que hablaba previamente). Sin embargo, no estoy aquí para criticar las dotes de J.K. Rowling para inventar mundos verosímiles. Como podéis suponer, esto es una reseña de la séptima entrega de la adaptación cinematográfica de la saga "Harry Potter": Harry Potter y las Reliquias de la Muerte.
Como bien nos explica el título de la crítica, "Harry Potter" no es lo que era cuando comenzó con un niño de apenas once años encarnando a un chico que comenzaba a conocer un mundo lleno de sorpresas. La saga ha madurado, en el más amplio concepto de la palabra. De la forma más natural posible, al igual que lo hacen sus actores, sus medios y su público, se ha convertido en un producto serio, responsable.
Tanto es así que ya ni siquiera tratamos con un producto optimista. De hecho, en esta entrega podemos ver cómo el mundo de Rowling alcanza cumbres de sobriedad y austeridad dignas de una tragedia. La película está llena de intriga, tensión, acción y malas noticias. Diversas muertes nos aportan pequeñas mini-tragedias que, a ojos del producto final quedan reducidas a diminutas escenas pero que, a sabiendas de la historia detrás de cada personaje, causan dolor a gran escala.
A pesar de ser una historia dividida en dos entregas (cosa ante la cual no estoy muy a favor) está bien estructurada de forma que ni parece una película con final ni parece una película cortada por la mitad. Más bien, al final da la sensación de que estás viendo una película de 5 horas y, con el alce de varita de Voldemort, llega el descanso. Descanso de unos cuantos meses. Es una película de 5 horas que transcurre con tranquilidad, sin prisas ni cortes bruscos (lo cual agradecerán mucho los fans de la saga escrita), y que, a la vez, y a pesar de sus conversaciones y primeros planos de silencios que hablan, no se hace aburrida ni pesada (y lo dice un experto en dormir en el cine).
La realización está muy conseguida. Los escenarios aportan tenebrismo y seriedad, al mismo tiempo que a veces se goza de buenas vistas para contrastar transmitiendo en muy contadas ocasiones un atisbo de esperanza en medio de todo el caos. La acción derrocha efectos y cada vez es más difícil seguirle la pista a los diversos hechizos, obstáculos y demás cosas que ocurren en escenas de tipo pelea o carrera.
Detalles a destacar son el buen hacer de intercalar las escenas de acción con las de más carga emocional (que, aunque estuviera exigido por el guión, es un acierto), el éxito en dar información subliminal para los fans lectores y aquellos capaces de inferir lo suficientemente bien (como, por ejemplo, la influencia del Horrocrux en Umbridge, que la vuelve casi una servidora de Voldemort, o la escena donde Hermione hechiza a sus padres para borrarse a sí misma de su vida, donde queda grabado el gran drama de, pintándolo de forma un tanto poética, suicidarse para proteger a sus seres queridos).
En definitiva, esta película deja en entredicho la posibilidad de que la saga al completo sea un viaje, una expedición desde el comienzo infantil descubriendo secretos hasta la lucha final del bien contra el mal, y que la última entrega eclipse todos los éxitos anteriores para convertir a esta historia en una historia digna de ser contada.
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