Tu felicidad depende de la infelicidad de los demás. ¿No es penoso? Lo quieres todo para ti. O para nadie. Incluso aquello que rechazas te disgusta ver aceptado. Y claro, te escudas en que tú sólo reclamas lo que es justo, y en que actúas en función de lo que es justo y lo que no. ¿De verdad te merece la pena? Si al final, mírate, estás solo, vives disgustado, y eres, sin duda, la prueba viva de una injusticia.
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