Puede que éste no sea un lugar de muchas palabras, pero sin duda será un lugar de mucho significado.

jueves, 29 de julio de 2010

Nueva York

Parecen sueños cada vez que recuerdo algún momento que pasé en la Gran Manzana. La calle 42, los musicales, la simpatiquísima dependienta negra del Body Shop, la comida en el restaurante americano, la fiesta en el ático del hotel Rivington, las compras en Nueva Jersey... son todos breves recuerdos de lo que significó mi primer encuentro con la ciudad de los sueños.

Es cierto que con este tipo de cosas sucede que dos autores deciden escribir sobre algo y acaba convirtiéndose en mito, en una cosa sobrevalorada, en paja que se traga el ganado. Es cierto, lo admito. Sea como sea, yo, que me considero fuera de ese ganado, con voluntad y mente crítica autosuficientes, siento algo especial por la ciudad, sin poder explicarlo, casi culpándome por haberme dejado llevar por los cuentos de hadas. Admiro la ciudad, lo que ocurre en ella. Sueño con vivir allí, hacerla mía.

No sé si dejándome llevar por lo que dijeron otros o por lo que yo mismo sentía, esta noche la ciudad de las posibilidades ha conseguido arrancarme una de mis pocas lágrimas sólo de pensar en ella.

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