El despertador sonaba a las 7 de la mañana como todos los días. Annie trataba de apagarlo de un golpe seco mientras se retorcía en la cama. Las sábanas estaban sacadas por debajo, y la almohada yacía junto al cuerpo de la chiquilla. Un pie en el suelo, luego el otro, y se acerca a la ventana. Al abrirla, la luz invade el cuarto pintado de rosa. La habitación está tratada con mucho cuidado. Muebles en orden y nada por medio. Destaca un tablón pegado en la pared con cientos de fotos.
La chica se asoma a la ventana. Se divisa un peatón diminuto y un par de coches antiguos aparcados. En frente, otro gran edificio se alza, similar al que habita Annie. La mirada de la niña muestra una palpable desolación.
- ¡Nena, baja a desayunar!
- ¡Voy!
Annie abre el armario y coge una camiseta púrpura con un elefante rosa en el centro y unos pantalones cortos vaqueros. Se quita su pijama amarillo, se cambia y baja.
- ¿Preparada para el examen de Mates?
- Sí, mamá. El repaso de ayer me sirvió de mucho – Sonreía.
- No olvides el bocadillo. Hoy es de tortilla.
- ¡Guau, gracias!
La niña toma la bolsa con el bocadillo y sube un momento al cuarto antes de salir al colegio. Allí, abre un cajón y coloca una nueva foto en el tablón. En ella aparece un niño con orejas de soplillo y gafas, embadurnado en granizado de limón. El niño llora.
No hay comentarios:
Publicar un comentario