Se respira tierra mojada. La luz de los pocos coches que pasan deja tras de sí una estela del rodar de sus ruedas que me invita a seguir caminando. Las calles no están muy iluminadas, el cielo está gris y esto deja un ambiente de quietud con el que todos los años alguna vez sueño.
Sueño que no es más que la realidad, vivida con tal intensidad que se desvanece tan pronto como un segundo se convierte en el siguiente.
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