Mi nombre es ****, soy usuario de Windows desde que tengo ordenador. En parte porque su empresa lo ha impuesto, en parte porque yo lo he aceptado. Windows me ha proporcionado gran cantidad de posibilidades y de facilidades a la hora de, en general, hacer cosas con mi PC. Como usuario legal, he enviado informes de errores, para que su equipo de profesionales trabajen por un sistema más correcto y con menos fallos; he usado internet para la búsqueda de información y vuestro Microsoft Office (de serie con mi dispositivo) para elaborar todo tipo de trabajos que me han hecho llegar a lo más alto en lo académico (hasta la fecha, premio extraordinario e ilustración por mi labor); he usado vuestro servicio de mensajería, vuestro inigualable Messenger para conocer todo tipo de personas, mientras a la vez me exploraba a mí mismo e iba configurando un poco más mi yo; incluso he creado un blog personal, que cuido con mimo diariamente.
Sin embargo usted, un día, decide privarme de sus beneficios. El hecho de que no posea bienes en efectivo para poder permitirme un ordenador nuevo hace que hoy día use un ordenador que, si bien no es del todo antiguo, deja mucho que desear si lo comparamos con la main-stream. Éste es un netbook a la antigua que funciona con Windows XP, y por este simple hecho usted decide castigarme.
Ahora, no puedo usar Windows Live Messenger. De golpe usted ha decidido que nadie más podrá usar Messenger en sus productos anteriores a Windows Vista. ¿Acaso no es sucio privatizar aún más un servicio que, a día de hoy, es casi indispensable para una vida "normal" o "media"? ¿No es inconstitucional privar a sus consumidores de un servicio que usted les ha vendido previamente? ¿No podemos hacer nada al respecto?
Todas estas preguntas y muchas más de este tipo no dejan de pasear por mi mente al tiempo que le imagino frente a mí con mi puño cargado de odio en dirección a su blanca y perfeccionada dentadura postiza. Usted apesta, lo sabe. Y apestando, sólo le espera un sucio, triste y apestoso fin.
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