Nos la vendieron como una serie que no se parecía a nada de lo anterior. Todos decían que era única. Que bueno, el escenario era una plaga de zombis pero que para nada tenía que ver con sus predecesoras.
Lo cierto es que 'The Walking Dead' ('Los Muertos Vivientes' en español) es más de lo mismo. Lejos de ser única, nos encontramos con los mismos manidos clichés que abundan este tipo de filmaciones, a saber: El héroe incomible e imbatible; el compañero igualmente bondadoso pero con más malicia; el malo malísimo misógino y xenófobo al que hay que controlar; el escenario del supermercado al que los protagonistas se acercan para abastecerse de suministros; el lugar lejano e idílico que supone la salvación pero que luego es un chasco, y hasta el disfraz de zombi para pasar desapercibido entre ellos. Todos ellos los hemos visto antes. Ninguno de ellos sorprende.
Técnicamente es cierto que pocas veces antes hemos visto una producción periódica de tal derroche cinemático. La producción es envidiable. El guión se hace ameno y los planos acompañan. Hay escenas de gran calidad, donde se ve que todo está supervisado por alguien que entiende de cómo reflejar cosas en la pequeña pantalla. Los distintos avatares que acompañan a los protagonistas hace a según qué público estremecerse y en cierto modo reflejarse en los personajes. Sin embargo, esto no nos convence si lo que buscamos es que nos sorprendan.
En definitiva, 'The Walking Dead' es una serie que está muy bien hecha, entretenida y bonita, pero que ni por asomo puede considerarse algo innovador, sino más bien un lavado de cara a algo que funciona. Anímate a verla si tienes tiempo, pero no esperes quedarte boquiabierto.
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