Y sólo de pensar la de millones de casualidades que se tienen que dar para que esas cosas sucedan, surge la pregunta: ¿Existe el destino? Ya no como algo impuesto que algún ente supremo escribió una vez, sino como una guía de señales que seguir para afrontar diversas vicisitudes.
Y, como con casi todo, la pregunta no tiene respuesta. Tan solo espero tener alguna vez la oportunidad de seguir una de esas pautas y ver qué pasa.
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