La mina se desliza rápidamente sobre el papel, plasmando su estela sobre éste y dejando en él una parte de sí misma.
Parece increíble lo que un lápiz y un papel pueden acompañarte en momentos de soledad. Es en la soledad cuando te refugias en este fiel amigo y cuando sabes que será el único que te acompañará en los más duros momentos de reflexión. Él se convierte en tu voz, tus pies, tus manos. Todo aquello que te hace expresarte, avanzar y crear.
La relación que mantienen un lápiz y su poseedor es algo religioso. El mágico portador deja con el lápiz una parte de él. Paraliza un momento en el tiempo y a la vez lo prolonga por toda la eternidad. La estela del autor viajará para siempre con el grafito desprendido.
Así, cuando su cuerpo perezca, será ésta la única forma que le quedará, con la que ayudará a otros cuantos artistas a inspirarse.
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